La mujer de los cinco pelos


instagram: @yumeiart

Cuando estaba en uno de los primeros cursos del instituto una mujer vino a darnos una charla. En una época en la que, sin éxito, me esforzaba por recordar los rostros de los profesores sustitutos, los monitores de campamento y demás gente que pasaba de manera fugaz por mi vida, fui incapaz de olvidar a esta mujer. Era delgada, poquita cosa, y vestía de manera masculina. Tenía el pelo en ese limbo entre el liso y el rizado y lo llevaba recogido en una pequeña coleta despreocupada. Sus ojos, pequeños, nos miraban ocultos tras unas gafas redondas muy poco usuales en aquellos años. A decir verdad, todo en aquella persona resultaba inusual. Lo que, indudablemente, llamaba más la atención de su aspecto eran los largos pelos que le crecían por debajo del labio inferior. Resultaba imposible ignorar su presencia y yo supe que todos mis compañeros se habían fijado también por la atmósfera que se respiraba en el aula. Recuerdo estar sentada en la silla, tiesa, a la espera de que alguno de mis compañeros lanzara el primer cuchillo. Como solían hacer con otros. Como solían hacer conmigo, también. No llegaron hasta que la mujer abandonó la clase, pero yo podía escuchar sus cuchicheos, sus risas ahogadas, sus bromas entre dientes. Recuerdo, sobre todo, mirarla con pena, tratando de comprender su ser híbrido, entre hombre y mujer. Recuerdo también pensar que seguramente no era tan fea, intentar descifrar porque se empeñaba en fallar, porque no se esforzaba más. Miraba fijamente esos cinco pelos y pensaba en lo fácil que sería deshacerse de ellos con unos pocos tirones. Aplicar un poco de maquillaje, un peinado más favorecer, un vestuario más femenino... No era tan complicado, me repetía ¿Por qué entonces se empeñaba en ser fea?
Las risas se deslizaron entre las mesas y las sillas, reptando por el suelo, escalando y rebotando en las paredes una vez se marchó. Nueve años después me siento avergonzada por haber sentido lástima, por haber pensado que aquella mujer necesitaba de mi compasión. Nueve años después me he dado cuenta de que hay que ser muy valiente para enfrentarte a los cánones estéticos de la manera en la que ella lo hizo y en un ambiente, además, que a mí por momentos me aterraba. En una sociedad que se lucra de que nos sintamos incómodas en nuestra piel aceptar y enseñar tu diferencia es un acto de rebeldía.
Si os soy sincera, no recuerdo en absoluto de qué iba la charla que vino a darnos, pero, al menos, años después me fui con la lección bien aprendida.

it's not my responsibility to be beautiful. I'm not alive for that purpose. my existence is not about how desirable you find me. -warsan shire

2 comentarios:

  1. Pues sí, hay que ser muy valiente. Pero lo mejor es cuando, tiempo después, te das cuenta y decides cambiar esa parte de ti (y me refiero a tu parte en esta historia, no a la suya. Ella ya había entendido cómo va la cosa). Siempre es un placer leerte 💛

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  2. Es difícil darnos cuenta de la increíble cantidad de pensamientos y comportamientos que nos son arraigados desde pequeñas, y rebelarnos contra ellos, pero también es satisfactorio poder hacerlo e ir aprendiendo :)

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